Search

Sermones

Tema 18: Génesis

[Capítulo 3-7] ¿Qué nos engaña? (Génesis 3, 1-7)

¿Qué nos engaña?(Génesis 3, 1-7)
«Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella. Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales».
 
 
La hermana que ha dado su testimonio en la reunión de esta tarde, dijo: «Nadie puede quitarme la paz que Dios me ha dado a través del Evangelio del agua y el Espíritu, ni puedo perder la paz que el Señor me ha dado por muy dura que sea mi vida». Durante nuestra vida en este mundo tenemos muchos problemas. Yo también he tenido momentos difíciles en mi vida. Obviamente muchos de estos problemas eran físicos, pero no eran nada comparados con la agonía espiritual que sufrí a causa de los pecados de mi corazón.
Sin embargo, el Señor me encontró y me libró de todos mis pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu, y ahora, me ha permitido vivir por la obra justa de difundir el Evangelio, y recibir la paz del Señor. Así que le estoy muy agradecido al Señor. Si Él no me hubiera dado la remisión de los pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu, no podría haber vivido hasta hoy. ¿Qué fuerza espiritual podría tener por mi cuenta para superar el sufrimiento de mi corazón? Probablemente hubiera muerto a mitad de camino. ¿Cómo podría haber vivido sin la paz que el Señor me ha dado? Incluso hoy en día no puedo vivir sin la paz que el Señor me da todos los días.
Cuando pasamos a Génesis 3, 1, leemos: «Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?». Dios nos ha salvado, y nos está avisando que no nos dejemos engañar por Satanás de nuevo. Todos nosotros podemos recibir las bendiciones de Dios si no nos dejamos engañar por Satanás. Pero si el Diablo nos engaña, por muchas bendiciones que Dios nos mande desde el Cielo, ninguna sería nuestra.
 
 

¿Quién está bloqueando la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu?

 
Mientras que el capítulo 3 del Génesis habla del Evangelio del agua y el Espíritu que nos ha salvado completamente, al mismo tiempo habla de la obra de Satanás que bloquea el verdadero Evangelio. Como la Biblia dice: «Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo» (Génesis 3, 1), el Diablo es un espíritu maligno y astuto. Ser astuto significa ser pícaro e ingenioso. Satanás engaña a la humanidad de forma astuta. Solo tienen que mirar cómo el Diablo engañó a Eva. Él engañó a Eva mediante una distorsión astuta de la Palabra de Dios y le hizo creer su mentira como si fuera la verdad.
La Biblia es la Verdad, tanto espiritual como física. En otras palabras, la Palabra de Dios puede aplicarse tanto al cuerpo como al espíritu. Entre las criaturas creadas por Dios, la serpiente es bastante lista. La serpiente aquí se refiere al Diablo que engañó a la gente con su astucia. El Diablo le preguntó a Eva: «¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?». Eva cayó en la trampa de Satanás. El corazón de Eva empezó a caer en la trampa con la palabra conque. Cuando Satanás puso la fe de Eva a prueba con esta palabra, la fe en Dios empezó a nublarse con dudas. Antes de que Adán y Eva escucharan las palabras de Satanás, solo habían escuchado la Palabra de Dios. Nunca habían escuchado a nadie más, pero ahora Satanás les había hablado: «¿Con que Dios dijo eso?» y su fe empezó a derrumbarse.
Cuando alguien no tiene una convicción fuerte, sus creencias se derrumban según las circunstancias. Por ejemplo, digamos que alguien ve un accidente cuando ya está oscureciendo. Ocurre tan rápido que no puede ver el modelo de coche o la matrícula, así que solo puede decir que el coche era blanco. Sin embargo, otro testigo declara que el color era amarillo. Entonces el agente de tráfico llama al primer testigo por separado y le pregunta: «¿Está seguro de que era blanco? Otro testigo juró que era amarillo. ¿Está seguro de lo que vio?». Entonces el testigo dice poco convencido: «Sí». Pero cuando se le pregunta otra vez: «¿Está completamente seguro de esto?» la cara se le pone de roja y empieza a cambiar sus palabras: «Creo que sí. Pero ahora que lo pienso, quizá fuera algo amarillo». Y cuanto más lo piensa, más siente que era amarillo. Al final dice: «Oh, creo que era amarillo».
El Diablo siempre ataca a la humanidad aprovechándose de su debilidad. Cuando Eva fue tentada por Satanás y su fe empezó a derrumbarse, si hubiera querido defender su fe, se habría levantado contra Satanás al creer en la Palabra de Dios y utilizar su fe en esta Palabra. Si Eva hubiera hecho esto, su fe no se habría derrumbado con el truco astuto de la serpiente.
La misma historia se puede aplicar a nuestra fe. Si intentamos establecer nuestra propia fe sin creer en la Palabra de Dios, acabaremos cayendo en la tentación como Eva. Pero si nos mantenemos firmes en nuestra fe en la Palabra de Dios, podremos vencer a las mentiras de Satanás con la Palabra y le venceremos a él aunque seamos débiles. Aunque nuestra fe no sea muy fuerte, si creemos en la Palabra de Dios y nos aferramos a ella, nuestra fe no se derrumbará y podremos vencer a Satanás. Si aceptamos la Palabra de Dios en nuestros corazones y creemos según Su Palabra, podremos triunfar siempre. Nuestra fe nunca se vendrá abajo.
Dios nos ha dado el don de Su justicia a los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. Como Dios escogió a la humanidad como objeto de Su amor, nos dio el don de la verdadera salvación. Cuando Dios creó a la mujer de la costilla de Adán y se la llevó ante él, Adán dijo: «Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne» (Génesis 2, 23). De esta misma manera, como Dios creó a la humanidad como el objeto de Su amor, nos permite vencer a Satanás. Por eso Dios nos ha perfeccionado con el Evangelio del agua y el Espíritu, Su mejor regalo.
Cuando pasamos a Génesis 2, 3, podemos leer: «Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo». Aquí se dice que Dios descansó el séptimo día después de crear el universo y todo lo que hay en él, incluida la humanidad. También nos dice que Dios bendijo el séptimo día y lo santificó. En la Biblia, el número siete es el número que representa a Dios o la perfección. Por tanto, como Dios bendijo el séptimo día, esto significa que todas Sus obras fueron completadas.
Dios creó a la humanidad como objeto de Su amor. Dios ha creado todo lo bueno para la humanidad. Dios no nos hizo nacer en este mundo para vivir y morir sin ningún propósito. Dios nos creó para bendecirnos. Asimismo Dios nos ha hecho justos a través del Evangelio del agua y el Espíritu, para que vivamos con Él en el Cielo para siempre. ¿Creen en esto, mis queridos hermanos?
Además Dios dijo que un alma es más valiosa que todo el mundo. Por tanto, si alguien no tiene autoestima y abusa de sí mismo diciendo: «Mi existencia no le importa a nadie, no valgo para nada», entonces no conoce los planes que Dios tiene para él.
Dios no nos creó sin ningún valor, sino que nos creó más valiosos que las estrellas del universo y que cualquier tesoro que se pueda encontrar en este planeta. Así que, como Dios nos hizo objetos de Su amor, ¿acaso no nos daría Su tesoro más preciado? Dios nos ha dado Sus bendiciones celestiales y nos ha dado amor a todos para hacernos Sus hijos. Nos ha dado el tesoro más preciado en este mundo.
Cuando la gente cree en Jesús por primera vez, todo lo que quiere es creer según Su Palabra. Así que, al principio, todos creemos en que Dios nos ama, en las bendiciones que nos ha dado, y en la gracia que nos ha concedido. Sin embargo, si continuamos viviendo sin nacer de nuevo, la fe que tenemos puede ser demolida por Satanás.
Esto me ocurrió a mí también. Cuando empecé a ir a la iglesia, nadie me enseñó la Palabra de Dios, pero cuando leí la Biblia por mí mismo, entendí todos los versos de la Biblia y mi corazón se llenó de gratitud. Pensé: «¡Ah! Jesús murió por mí en la Cruz». Cuando creí que Jesús fue crucificado por un pecador como yo, estuve muy agradecido al Señor. Me dije a mí mismo: «Estoy muy agradecido por que Jesús murió por mí en la Cruz. ¿Por qué murió por mí? Porque me ama. Porque Jesús dijo “está acabado” antes de morir en la Cruz, ahora estoy sin pecado». Por eso creo. Hubo momentos en los que lloré de gratitud, y por eso mis ojos siempre estaban hinchados. Cuando encontré la Palabra de Dios por primera vez, pude creer fácilmente y no tuve ningún problema en mi corazón, aunque no entendía todos los versos de la Palabra. Entonces caí enfermo y tuve que permanecer en cama, y por eso todo lo que podía hacer era leer la Biblia; aún así lloraba de alegría porque la Biblia era tan dulce como la miel al principio.
Sin embargo, cuando pasó el tiempo, esta pasión emocional empezó a desaparecer. Al cabo de tres años desde que empezara a ir a la iglesia, mis lágrimas se secaron y empecé a pecar todavía más. No podía entender qué estaba pasando. Así que me pregunté: «Antes, cuando leía la Biblia, estaba muy agradecido y mi corazón se llenaba de gozo, pero ¿por qué soy peor pecador ahora?». Después de haber ido a la iglesia durante 10 años, llegué a una conclusión: «Creer en Jesús lleva a convertirse en pecador». Además observé la fe de otras personas y vi que era igual que la mía. Así que pensé: «Quizás haya empezado a creer en Jesús demasiado pronto. Si la fe es así, será mejor que la deje ahora». Sin embargo, un día, el Señor me enseñó el Evangelio del agua y el Espíritu a través de la Palabra de Dios y así pude encontrar al Señor en este Evangelio de Verdad.
Adán y Eva habían vivido en el Jardín del Edén escuchando la Palabra de Dios y obedeciéndola. Dios había permitido que Adán y Eva comiesen de todo árbol del Jardín del Edén, excepto del árbol del conocimiento del bien y del mal. A pesar de esto, cuando Satanás pronunció sus palabras astutas a Eva, hizo que su fe se derrumbase. Pensó: «Si Dios nos ama, ¿por qué hizo el árbol del conocimiento del bien y del mal?». Al escuchar las palabras de Satanás, la fe de Adán y Eva se tambaleó, y acabaron desobedeciendo Su Palabra. Como fueron engañados por los trucos astutos del Diablo, no cumplieron la Palabra de Dios.
Incluso en este mismo momento, Satanás está utilizando el mismo truco para hacer que los que acaban de creer en Dios tropiecen, y que no se conviertan en personas justas aunque crean en Jesús. Por eso estos cristianos acaban sufriendo más por sus pecados después de creer en Jesús como su Salvador, se convierten en adictos a un evangelio falso y rechazan el verdadero Evangelio cuando lo escuchan. Cuando se cae en la trampa de Satanás, las mentiras del Diablo parecen más correctas que la Palabra de Dios. Así que los cristianos que no han nacido de nuevo creen en las doctrinas cristianas más que en la Palabra de Dios. Creen que mientras que no tienen pecado original gracias a la sangre de Jesús derramada en la Cruz, sus pecados personales solo se borran cuando se ofrecen oraciones de penitencia todos los días, y también creen que los cristianos deben sufrir por su salvación.
Sin embargo, si creemos en esto, los pecados de nuestros corazones no pueden borrarse por mucho que vayamos a la iglesia o recemos. Por el contrario, el pecado sigue llenando nuestros corazones y nuestro interior se ahoga. Nuestras mentes están sufriendo por los pecados cometidos con nuestro corazón en este mundo corrupto, y por eso vamos a la iglesia a buscar el consuelo de Dios, pero en vez de encontrar este consuelo se nos dice que debemos enterrar nuestros pecados ofreciendo oraciones de penitencia, cosa que nos deja frustrados. En este estado, cuando no hemos nacido de nuevo, la fe no crece por mucho que escuchemos la Palabra y hagamos el bien. Además acabamos fingiendo tener una buena fe y convirtiéndonos en hipócritas.
Sin embargo, si nuestros antecesores comunes, Adán y Eva, cayeron en el pecado por no creer en la Palabra de Dios, ahora, al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu que Dios nos ha dado, podemos recibir la gracia que satisface nuestros corazones y limpia nuestras almas. Dios ya ha borrado nuestros pecados para siempre con el Evangelio del agua y el Espíritu, y esta es la Verdad. Si Jesús no hubiese borrado todos nuestros pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu, y si no nos hubiera dado el Cielo, ¿por qué habríamos de creer en Jesús como nuestro verdadero Salvador?
¿Y ustedes? ¿Han estado atormentados por los pecados de sus corazones aunque creen en Jesús como su Salvador? Si es así, esto se debe a que han creído en Jesús sin conocer el Evangelio del agua y el Espíritu. Aunque Jesús ha borrado todos nuestros pecados para siempre con el Evangelio del agua y el Espíritu, como no conocíamos este Evangelio verdadero, seguimos acumulando pecados en nuestros corazones. Pero ahora, si escuchan, se dan cuenta y creen en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu, todos sus pecados serán borrados, serán justos y se convertirán en hijos de Dios.
Después de haber borrado todos nuestros pecados, el Señor nos dijo: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar» (Mateo 11, 28). El Señor eliminó todos nuestros pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu. Por tanto no tenemos que escuchar las palabras de Satanás nunca más. Dios ya ha borrado nuestros pecados de una vez por todas con el Evangelio del agua y el Espíritu, y nos está diciendo que creamos en este Evangelio verdadero.
Jesús es nuestro Pastor, y nuestro Salvador. Jesús ha resuelto el problema de nuestros pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu. Jesús ha borrado los pecados de todos los que creen en esta Verdad. Cuando Jesús nos ha invitado a creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, ¿cómo podemos, los que habíamos sido pecadores, decir que no hemos sido redimidos? Si todos nuestros pecados han desaparecido al creer en Jesucristo como nuestro Salvador que vino por el Evangelio del agua y el Espíritu, ¿cómo podemos seguir siendo pecadores con nuestros pecados intactos en nuestros corazones? Quien tenga pecados en su corazón aunque crea en Jesús ha sido engañado por las mentiras de Satanás. Hasta hoy en día hay muchas personas que han sido engañadas por la vieja serpiente, la más astuta de todas. Satanás miente a todo el mundo y engaña a todos los que creen en sus mentiras. Por lo tanto, nunca debemos ser engañados por este experto mentiroso. El capítulo 3 de Génesis nos cuenta cómo Satanás engañó a Adán y Eva.
¿Cuál es la razón por la que la fe de la gente se derrumba con la tentación de Satanás? La razón es que no cree en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu que aparece en la Biblia. A no ser que el Evangelio de la Verdad esté firmemente arraigado en sus corazones, Satanás puede hacer que su fe se derrumbe. Aunque todo el mundo debe conocer la justicia de Dios y recibir la remisión de los pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu, muchas personas han creído en Jesús como su Salvador a ciegas, sin conocer el verdadero Evangelio, y por eso no pueden librarse de la confusión espiritual y del vacío.
El Señor nos contó una parábola sobre una casa construida sobre una roca y una casa construida sobre la arena. La casa sobre la roca no se cayó a pesar de las lluvias y del viento, pero la casa sobre la arena se vino abajo. Los que construyen la casa de fe sobre la arena son los que han sido salvados al creer en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu. Satanás no puede engañar a esta gente. Como ahora creen en la Palabra correctamente, su fe no se viene abajo por muchas tentaciones o trucos con los que se encuentren. Sin embargo, los que no creen en la Palabra de Dios que ha venido por el Evangelio del agua y el Espíritu, y confían en sus propias emociones o doctrinas, serán tentados por Satanás y su fe se vendrá abajo.
Se dice que hay más de 10 millones de cristianos en Corea en la actualidad. Sin embargo, los cristianos coreanos son muy devotos en esta era en la que el cristianismo está decayendo. Pero a pesar de esto, cuando Satanás les pregunta, como hizo con Eva: «¿De verdad creen que Jesús ha borrado todos sus pecados?», muchos dicen: «No, todavía tengo algunos pecados en mi corazón». Su fe es incorrecta porque no conocen la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Esto se debe a que han seguido la fe errónea de los que creyeron en Jesús antes que ellos. Si los cristianos creyeran en el Evangelio del agua y el Espíritu que Dios nos ha dado, no caerían aunque Satanás les tentase. Pero desgraciadamente muchos de ellos no creen en el verdadero Evangelio. Incluso ahora mismo, en vez de creer en la Palabra de Dios de la justicia, muchos cristianos creen en doctrinas carnales, y por eso su fe se viene abajo cuando Satanás les ataca con la palabra conque.
Aunque hay mucha gente en este mundo que cree en Jesús como su Salvador, los que conocen el Evangelio del agua y el Espíritu son muy pocos. Les voy a contar una historia graciosa. Una persona fue al Cielo en sueños y vio un almacén que solo tenía un montón de labios. Así que esta persona le preguntó al ángel en su sueño por qué había solo labios en ese almacén. El ángel le explicó que era porque pertenecían a la gente que solo creía en Jesús con sus labios. Entonces esa persona fue a otro almacén y vio un montón de orejas cortadas que estaban colgando como pescado. Entonces le preguntó al ángel por qué solo había orejas y el ángel contestó: «Mientras estas personas asentían mientras escuchaban la Palabra con sus oídos, en sus corazones no creían. Así que solo se quedaron aquí las orejas con las que escuchaban la Palabra preciosa, ya que arrojarlos enteros al infierno parecía un malgasto».
Mis queridos hermanos, incluso hoy en día, si la gente cree en Jesús como su Salvador sin conocer el Evangelio del agua y el Espíritu, el Diablo hará que sus corazones se debiliten. Les preguntará: «¿Ha borrado el Señor todos sus pecados? Con que dijo eso». En momentos como este, debemos estar preparados con la Palabra de Dios, que es la Espada del Espíritu. Debemos saber exactamente cómo ha eliminado e Señor todos nuestros pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu, es decir la Palabra de Dios.
¿Se dan cuenta de los motivos ocultos en la Palabra del Génesis? ¿O lo están leyendo literalmente todavía? El Apóstol Pablo dijo: «Porque la letra mata, mas el espíritu vivifica» (2 Corintios 3, 6). Está escrito: «El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida» (Juan 6, 63). No vale para nada conocer la Palabra de Dios solo de manera literal. Antes de nacer de nuevo tenía que leer la Biblia una y otra vez y memorizar versículos incluso cuando caminaba por la calle con la Biblia en mano. Sin embargo, era inútil creer en lo que no entendía. Si van a una cárcel, verán a muchos presos que cumplen condenas largas y que son capaces de recitar uno o dos libros de la Biblia de memoria.
Había un preso joven en el corredor de la muerte en una cárcel. Como estaba condenado a muerte todo lo que hacía era leer la Biblia, y por eso había memorizado sus versículos tan bien que, cuando alguien le decía un pasaje, él podía decir el capítulo y el versículo en el que se encontraba. Podía citar de memoria los versículos más conocidos. Era tan bueno que la gente le llamaba la Biblia andante. Sin embargo, este hombre empezó a tener problemas con sus pecados. Aunque Jesús murió por él en la Cruz, no estaba seguro de cómo habían desaparecido sus pecados. En otras palabras, aunque creía en que Jesús había muerto por él, sus pecados permanecían intactos en su corazón.
Le prediqué el Evangelio del agua y el Espíritu a este hombre, no solo la sangre derramada en la Cruz. Primero abrí el Antiguo Testamento y le expliqué: «Según el sistema de sacrificios establecido por Dios, la gente del Antiguo Testamento pasaba sus pecados al animal mediante la imposición de manos sobre su cabeza, y el animal derramaba su sangre en su lugar. Así que Jesús tuvo que seguir este sistema y cargar con todos los pecados del mundo mediante Su bautismo y Su sangre en la Cruz». Después de esto, abrí el Nuevo Testamento y le expliqué paso a paso por qué Jesús fue concebido por el Espíritu Santo, por qué fue bautizado por Juan el Bautista, y por qué murió en la Cruz.
Como resultado, este hombre creyó en el Evangelio del agua y el Espíritu y pudo ser salvado de sus pecados. Como conocía el Antiguo y el Nuevo Testamento bien, cuando le expliqué el verdadero Evangelio y lo conecté con el sistema de sacrificios del Antiguo Testamento, creyó en él sin dudarlo. Cuando le expliqué la razón por la que Juan el Bautista bautizó a Jesús, me dijo que no tenía que decir nada más, porque ya había recibido la remisión de los pecados en su corazón. Así que le pregunté: «¿Tienes pecados?» y el contestó: «No, no tengo pecados». Aunque era un preso que estaba en el corredor de la muerte, y que había cometido crímenes atroces en la sociedad, estaba diciendo que no tenía pecados. Aunque este hombre fue condenado a muerte por la gente de este mundo, ante Dios, estaba redimido de todos sus pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Por eso, cuado enseñamos el Evangelio del agua y el Espíritu ala gente, ellos creen y encuentran el camino al Reino de Dios.
Génesis 3, 1 dice: «Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?». El Diablo era tan astuto que utilizó palabras retorcidas como: «¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?». Con esta palabra conque Eva empezó a dudar y cayó en la tentación. Satanás estaba a punto de hacer caer a Eva. Por eso cada palabra de Satanás debía tener un determinado efecto sobre Eva. Cuando Satanás atacó a Eva y su marido y se dirigió a ellos, Eva pensó que el Diablo parecía mucho más inteligente que ellos dos juntos. En otras palabras, Eva perdió su fe porque se sintió intimidada. Perdió todas las bendiciones de fe con tan solo unas pocas palabras de Satanás. La Palabra bendita que Dios había recibido de Dios desapareció de su corazón para siempre.
 
 

Los siervos del Diablo también son astutos

 
Los siervos de Satanás mienten como si estuviesen diciendo la verdad. ¿Quién no caería en la trampa de sus palabras? ¿De verdad creemos en Jesús como nuestro Salvador que vino por el Evangelio del agua y el Espíritu? ¿De verdad hemos nacido de nuevo? Sin embargo, con sus palabras de decepción Satanás ataca incluso a los nacidos de nuevo que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Incluso entre los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, los que son jóvenes espiritualmente pueden ser engañados y morir espiritualmente. Los siervos de Satanás siempre preguntan: «¿Sois los únicos que creen en Jesús correctamente? ¿Acaso todos estos millones de cristianos están equivocados? Si solamente vosotros, los que creéis en el Evangelio del agua y el Espíritu, podéis ir al Cielo, ¿los demás van a ir al infierno todos?». Y entonces alardean de su influencia: «El pastor de mi iglesia tiene un par de doctorados, ¿cuántos tiene vuestro pastor?».
Sin embargo, esta gente no conoce la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu exactamente, y por tanto no ha sido redimida de sus pecados. Está claro que solo podemos ser salvados si creemos en Jesucristo como nuestro Salvador que vino por el Evangelio del agua y el Espíritu, y que si alguien intenta depender del carácter o la educación de su pastor, de la influencia de su denominación, o algo parecido, no puede ser salvado. No tiene sentido juzgar el sermón de un pastor y decir que es verdadero o no basándose solamente en la educación o el carácter del pastor. Lo que de verdad salva a la humanidad del pecado no es el carácter del predicador, ni su conocimiento, y por supuesto tampoco la influencia de su denominación.
Cierta hermana en nuestra iglesia me dijo una vez que su jefe la intentó convertir a su denominación, y para ello le ofrecía libros y videos de esa denominación. Así que esta hermana dio testimonio de su salvación mediante el Evangelio del agua y el Espíritu. Entonces el jefe le dijo que no debía creer en este Evangelio, sino que debía creer en la Palabra de Dios que puede probarse científicamente. La hermana le dijo que creía en el Evangelio del agua y el Espíritu según la Palabra de Dios, pero su jefe se levantó contra el Evangelio y le dijo que no debía creer en él.
El testimonio de salvación debe permanecer en nuestros corazones como el Evangelio del agua y el Espíritu. Podemos luchar y vencer a los mentirosos solo si conocemos la Palabra de Dios mediante la que nuestros pecados han sido borrados. Por eso creer que el Evangelio del agua y el Espíritu nos ha salvado es tan importante para nosotros. Los que han recibido la remisión de los pecados en sus corazones al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu deben tener la Palabra del testimonio que confirme que han sido salvados del pecado al creer en la Palabra de Dios escrita.
El Diablo engaña a la gente mediante la tendencia que prevalece en una época determinada. Es decir, que engaña a la gente a través de las doctrinas que defiende la mayoría de la cristiandad. Satanás sabía que Eva creía en Dios a medias, y por eso pudo acabar con su fe. Esto es lo que la Biblia llama pecado. La palabra pecado viene del griego hamartia, que significa no dar en el objetivo. Lo que se desvía de la Palabra es el pecado. Cuando Eva se desvió de su fe en la Palabra de Dios, y cuando esta fe en la Palabra de Dios se vino abajo, la Biblia lo llamó pecado.
Cuando decimos que hemos pecado ante Dios, no estamos hablando sobre las transgresiones que cometemos con nuestras acciones. El mayor pecado de la humanidad es desviarse de la Palabra de Dios y creer en lo que su propia voluntad le dicta. Nuestro Dios dijo en Génesis 2: «Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás» (Génesis 2, 16-17). «No comáis del árbol del conocimiento del bien y del mal. El día que comáis de él, moriréis. Si no creéis en Mi Palabra y os separáis de mí, moriréis». Así que, para que Adán y Eva pudieran ser bendecidos por Dios, tenían que aferrarse a la Palabra de Dios y creer en ella. Ellos podrían haber recibido todas las bendiciones según la Palabra de Dios.
No creer en la justicia de la Palabra de Dios es el mayor pecado. Si alguien no cree en Dios según la Palabra de Dios, no puede recibir la remisión de los pecados, y es destruido. Este tipo de personas van al infierno. Así que muchos cristianos viven así. Estas personas no van al infierno porque no observen el Día del Señor, no paguen la décima parte de su salario, no den testimonio de Jesús o no puedan cumplir la Ley de Dios, sino porque su fe se ha desviado de la Palabra de Dios. Por eso todo el mundo debe creer en la Biblia de la manera adecuada. Los que no han recibido la remisión de los pecados todavía tienen que aprender de los que ya han nacido de nuevo a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Los que tienen pecado en sus corazones deben arrodillarse ante la Palabra de Dios y aprender con un corazón humilde. Si no tienen esta humildad y se levantan contra Dios, serán arrojados al fuego del infierno. Durante algún tiempo yo también estaba destinado a ir al infierno.
Mis queridos hermanos y hermanas, si queremos creer en la justicia de Jesús, debemos creer en la Palabra de Dios y conocerla correctamente. Por supuesto los seguidores de la religión dicen que conocen la Palabra a la perfección, pero solo los que creen en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu pueden predicar la Palabra de Dios correctamente. Los demás no pueden predicar la Palabra de Dios exactamente. Después de todo, ¿cómo se puede enseñar algo que no se sabe? Cuando un ciego guía a otro ciego, los dos caen en un pozo y mueren.
 
 

Cuando uno es ignorante se vuelve valiente

 
Había dos hermanos que vivían en una aldea, y ambos eran analfabetos porque no habían ido a la escuela. Un día de primavera los dos hermanos fueron a dar un paseo por las colinas, y como era la estación de incendios forestales, se encontraron con algunas señales en los postes de la electricidad que decían: «Peligro de fuego». El hermano pequeño le preguntó al mayor: «¿Qué pone ahí?». El hermano mayor tenía que decir algo porque no quería quedar mal delante de su hermano pequeño. Como solo había dos palabras en la señal, dijo: «¿No sabes lo que pone? Pone “poste eléctrico”». Entonces el hermano pequeño se quedó impresionado.
Después de caminar durante un rato, se encontraron con otra señal que decía: «Peligro de incendio». Como el hermano pequeño era completamente analfabeto, no sabía lo que ponía, pero pensó que el hermano mayor lo sabría y le preguntó: «¿Y qué pone ahí?». El hermano mayor dijo: «Repite conmigo: “otro poste eléctrico”». Así que siguieron caminando, y esta vez se encontraron con otra señal que decía: «peligro por incendio forestal». ¿Qué piensan que dijo el hermano mayor cuando el pequeño le preguntó esta vez? Dijo: «Repite conmigo: “Un poste eléctrico más”». El hermano pequeño estaba muy impresionado con su hermano mayor. Pero esto no es todo, porque cuando siguieron caminando se encontraron con más postes eléctricos. Cuando el hermano mayor vio una señal que decía: «Alerta máxima por incendio» pensó que si le preguntaba el hermano pequeño él diría: «Aquí hay otro poste eléctrico». Le gustaba ver a su hermano pequeño seguirle, así que siguió utilizando este método de utilizar el mismo número de palabras.
Los cristianos de hoy en día son como estos hermanos analfabetos. Los pastores le dicen a su congregación que contesten amen a sus sermones sin sentido. Aunque ellos mismos no tienen ni idea, insisten en que la gente ofrezca oraciones de penitencia. Si las oraciones de penitencia no funcionan, insisten en el ayuno, y si esto no funciona aconsejan ir a la montaña a orar. Pero siempre insisten en que se ofrezcan oraciones de penitencia. Esto se debe a que los pastores no conocen la Palabra de la Verdad y a ciegas instan a la congregación a ofrecer oraciones de penitencia. Además, como sus seguidores no tienen ni idea, se tragan las mentiras de estos pastores que no han nacido de nuevo, y hacen todo lo que les piden.
Estos pastores dicen que hay que borrar los pecados personales mediante las oraciones de penitencia y lo justifican mediante un pasaje de Juan 13: «El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no todos» (Juan 13, 10). Esto, mis queridos hermanos, no es lo que Jesús quiso decir mientras lavaba los pies de Pedro. Él sabía que Pedro pecaría y le traicionaría, y por eso le lavó los pies para decirle que pagaría el precio de sus pecados futuros. Por eso dijo: «Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después» (Juan 13, 7).
Los pastores de este mundo utilizan comentarios e ilustraciones, preparan notas para los sermones y entonces predican. El comportamiento de estos falsos profetas ya se predijo en las Escrituras:
«La palabra, pues, de Jehová les será mandamiento tras mandamiento, mandato sobre mandato, renglón tras renglón, línea sobre línea, un poquito allí, otro poquito allá; hasta que vayan y caigan de espaldas, y sean quebrantados, enlazados y presos» (Isaías 28, 13). En sus sermones concluyen que hay que vivir con rectitud, o que, cuando se cometen pecados, hay que ofrecer oraciones de penitencia. Interpretan todos los pasajes de las Escrituras para que siempre lleven a estas dos conclusiones. Todo el mundo puede conocer la Verdad si se le enseña correctamente, pero como estos pastores no la conocen, enseñan a sus congregaciones doctrinas falsas por culpa de su confusión. Por eso hay tantos cristianos que no tienen otra opción que ofrecer oraciones de penitencia desde el principio hasta el final, hasta el día en que mueren. En otras palabras, no están creyendo correctamente. Cuando alguien va a la iglesia, los siervos de Dios deben predicarle según lo que dice la Palabra, y cuando un pecador les pide consejo, deben enseñarle su condición espiritual según la Palabra y después deben predicarle la Palabra para que nazca de nuevo mediante el Evangelio del agua y el Espíritu.
Los que creen correctamente, hablan de su fe con confianza y sin avergonzarse. Cuando tengan la oportunidad de hablar con alguien que vive con la fe correcta, se darán cuenta de que esa persona tiene un carácter fuerte. Si alguien ha recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, podrá enseñar el Evangelio de la remisión de los pecados a los demás. Esto se debe a que quien ha borrado todos nuestros pecados, también ha borrado los pecados de los demás con la misma Palabra y los ha bendecido de la misma manera.
A pesar de esto, los cristianos siguen a la mayoría. Esto es lo que Satanás quiere hacer. El Diablo hace creer a la gente que lo que la mayoría cree es lo correcto. Y por eso puede cazar las almas de la gente que tiene estas ideas. Sin embargo, no debemos dejarnos engañar. A pesar de lo que crean los demás, debemos postrar nuestros corazones ante Dios y aceptar Su Palabra diciendo: «Señor, soy un pecador. Por favor, ten piedad de mí. Por favor, sálvame». Entonces podemos escuchar la Palabra y recibir la remisión de los pecados.
¿Dónde se predica el verdadero Evangelio del agua y el Espíritu hoy en día? En la Iglesia de Dios. El Evangelio del agua y el Espíritu es el perfecto Evangelio a través del que Dios ha eliminado todos los pecados de la humanidad. Este Evangelio de la remisión de los pecados no es un evangelio barato. No tiene precio. Los justos, que han recibido la remisión de los pecados de Dios a través de este Evangelio, tampoco tienen precio. Jesús dijo: «También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas, que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró» (Mateo 13, 45-46). El Evangelio del agua y el Espíritu es el Evangelio del Cielo que es más valioso que cualquier cosa que podamos tener. Aunque hayamos creído en Jesús durante décadas, si seguimos siendo pecadores hasta ahora por no conocer el Evangelio del agua y el Espíritu, esto significa que nuestra fe era incorrecta; y si, después de todo este tiempo, hemos encontrado el Evangelio del agua y el Espíritu, debemos creer en él a toda costa.
Mis queridos hermanos, ¿cuál es la fe incorrecta? ¿Es correcto decir que se tiene pecado en el corazón a pesar de creer en Jesús como nuestro Salvador? La Biblia dice: «Pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación» (1 Tesalonicenses 4, 3). Los hijos de Dios deben ser santos al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, ya que Dios es santo. Para ello, debemos creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Como somos descendientes de Adán, tenemos pecados desde el principio. Sin embargo, como hemos conocido a Jesucristo a través del Evangelio del agua y el Espíritu, hemos nacido de nuevo como personas sin pecados y hemos sido salvados. Hemos nacido de nuevo.
Satanás dijo en Génesis 3, 1: «¿Conque Dios ha dicho: “No debéis comer de todo árbol del jardín?”». Estas son palabras muy astutas. ¿De verdad dijo Dios a Adán y Eva que no comiesen de todo árbol del jardín? No. El Diablo sabía que Dios les había prohibido comer de un árbol en concreto, pero en vez de decirles eso, el Diablo les preguntó: «¿Conque Dios os ha dicho que no comáis de todo árbol del jardín?».
Dios habló sobre Su Ley en el Antiguo Testamento. Pero la mayoría de los cristianos no saben si deben cumplir la Ley de Dios o no. No debemos dejarnos engañar porque Dios no nos dio la Ley para que la cumpliésemos, sino para que nos diésemos cuenta de nuestros pecados, creyésemos en el Evangelio del agua y el Espíritu y recibiésemos la remisión de los pecados. Sin embargo, los que creen en Jesús sin conocer el Evangelio del agua y el Espíritu caen en esta trampa porque intentan cumplir la Ley. Pero ¿cómo pueden estas pilas de pecado cumplir la Ley de Dios? Algunas personas dicen que, como no podemos cumplir la Ley de Dios, debemos ignorar el Antiguo Testamento. Esta gente dice que el Antiguo Testamento fue abolido cuando Jesús vino al mundo. Pero eso es incorrecto. Debemos averiguar cómo habló Dios la Palabra de la salvación a través del Antiguo Testamento. Los que ignoran el Antiguo Testamento también han caído en la trampa de Satanás.
Dios no nos dio la Ley para que la cumpliésemos o alcanzásemos la salvación por nuestra propia cuenta. En realidad Dios nos dio la Ley para que, a través de esta Ley, nos diésemos cuenta de que somos grandes pecadores y fuésemos salvados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. La Biblia declara esto claramente. Por tanto está escrito en Romanos 3, 19-20: «Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado».
Adán y Eva cayeron en la tentación y pecaron, por lo que fueron expulsados del Jardín del Edén. Después tuvieron hijos, y les pasaron el pecado a sus descendientes. Por eso nacemos con pecados, incluso antes de cometer pecados por nuestra propia cuenta. Pero, a pesar de esto, la gente no se da cuenta de que es pecadora por naturaleza, aunque todos hemos nacido con pecado. Así que la Biblia dice que la Ley se nos dio para que supiésemos que somos pecadores. En otras palabras, Dios está diciendo que nos dio la Ley para que nos diésemos cuenta de que somos pecadores que están destinados al infierno. A través de la Ley reconocemos que somos pecadores y que estamos destinados a ser condenados.
Debemos tener cuidado de no ser engañados por Satanás. El Diablo le preguntó a Eva: «¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?». Si aplicamos estas palabras a estos tiempos malvados, sería lo mismo que preguntar: «¿Os ha dicho Dios que no tenéis que cumplir toda Palabra de la Ley?». Si alguien no entiende la Palabra de Dios exactamente, piensa que tiene que creer en Jesús y cumplir la Ley siempre. Pero la Biblia dice que Dios nos dio la Ley para que nos diésemos cuenta de nuestros pecados. Y la Biblia también dice que los justos deben vivir solo por la fe. En otras palabras, esto significa que los que han recibido la remisión de los pecados al creer en la Palabra de Dios deben cumplir Su Palabra por fe. ¿Me entienden ahora, queridos hermanos? Debemos entender que la Ley se nos dio para que los que tienen pecados en sus corazones se dieran cuenta de que son pecadores, y cuando somos redimidos de nuestros pecados al creer en la Palabra de Dios, es decir el Evangelio del agua y el Espíritu, debemos mantener la justicia de Dios en nuestras vidas por fe.
Si saben que toda la Palabra de Dios es cierta, deben aceptar el Evangelio del agua y el Espíritu en sus corazones al creer en él, y deben recibir la perfecta remisión de los pecados. La fe en el Evangelio del agua y el Espíritu es fundamentalmente diferente a creer en Jesús por obligación con las propias obras. Quien hace a ciegas lo que la Palabra de Dios le pide que haga, no ha nacido de nuevo. Pero los que entienden y creen en lo que Dios quiere decir en Su Palabra, pueden vivir por fe según la voluntad de Dios.
Mis queridos hermanos, no deben aceptar a ciegas todo lo que digan sus denominaciones. Ni deben dejarse engañar por las enseñanzas que les instan a hacer buenas obras para ser salvados. La verdadera fe consiste en ser salvado de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, la Palabra de Dios, y seguir Su justicia. No consiste en seguir las obras justas de otra persona. Nadie debe intentar ser aprobado por Dios por sus propios méritos. La remisión de los pecados se recibe al cree en la Palabra de Dios, del mismo modo en que debeos seguir Sus mandamientos al creer en Su Palabra.
Dios ha establecido la ley de la salvación perfecta para todos nosotros. Por tanto no debemos dejarnos engañar por Satanás. Cuando alguien se deja engañar por Satanás, es muy difícil para esa persona recibir la remisión de los pecados. Sin embargo, si nos damos cuenta de que Satanás nos ha estado engañando todo este tiempo, y recibimos la luz de la Palabra de Dios que vino por el Evangelio del agua y el Espíritu, podemos recibir la verdadera remisión de los pecados. Así que Dios nos está diciendo: «Para recibir la remisión de los pecados, no os dejéis engañar por Satanás».
El Diablo siempre intenta tentar a los seres humanos carnales. Pero esto no significa que la humanidad no puede escapar de la trampa del Diablo. En realidad, hay gente que ha vencido a Satanás al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, que ha escapado de sus engaños y ha recibido la remisión de los pecados. Esta gente somos nosotros, que hemos sido liberados de todos nuestros pecados y hemos sido redimidos al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Los que no han recibido la remisión de los pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu son los que no han escapado de las palabras del Diablo. Esta gente está destinada a ser engañada por Satanás.
De ahora en adelante, no debemos dejarnos engañar por Satanás. Como el Señor ya ha borrado todos nuestros pecados para siempre con el Evangelio del agua y el Espíritu, los que todavía se llaman pecadores aunque crean en Jesús como su Salvador, están siendo engañados por Satanás. Pero a pesar de esto hay muchos cristianos en este mundo, ¿no es así?
Ningún ser humano es Satanás. Pero como Satanás se metió en la serpiente hace mucho tiempo y tentó a Adán y Eva a pecar, el Diablo sigue metiéndose en la mente de las personas para tentarlas. Recuerden que Satanás está intentando engañarles para que no tengan la fe verdadera y les insta a adoptar una fe falsa. Deben escapar de estas creencias falsas y deben volver al seno de Dios al creer en Su Palabra de justicia. Si la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu es verdadera, deben escucharla atentamente, creer en ella de corazón y recibir la remisión de los pecados. Entonces se librarán de los engaños de Satanás.