En primer lugar, le doy las gracias por hacer preguntas sobre el Evangelio del agua y el Espíritu. Las preguntas que ustedes hacen son las que muchos cristianos se preguntan antes de nacer de nuevo. Sé que a usted le preocupa que los nacidos de nuevo pequen constantemente porque ya han sido perdonados por el Evangelio perfecto. Sin embargo, quiero decirle que los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu no viven este tipo de vida que a usted le preocupa, sino que viven con justicia.
Primero, debe pensar en lo siguiente. Si el Espíritu Santo está con usted, dará los frutos santos, aunque usted no lo quiera. Sin embargo, si el Espíritu Santo no está con usted, no podrá producir los frutos del Espíritu por mucho que lo intente. ¿Cómo puede una persona dar los frutos del Espíritu si no tiene al Espíritu Santo en su corazón, aunque crea en Jesús? Es imposible. El Señor dijo que un árbol malo no puede dar buenos frutos (Mateo 7, 17-18).
Ahora quiero hacerle una pregunta y contestarla al mismo tiempo. Usted cree en Jesús, pero ¿ha vencido a todos los pecados en su vida sirviendo al Señor y ayudando a otros a ser salvados mediante el Evangelio del agua y el Espíritu? ¿Se ha convertido en una persona justa que no tiene ningún pecado después de creer en Jesús? La única fe y el único Evangelio que le permite dar una respuesta positiva a estas preguntas es el Evangelio del agua y el Espíritu del que el Señor ha dado testimonio en el Antiguo y Nuevo Testamento.
Los humanos seguimos pecando en este mundo incluso después de creer en Jesús. Sin embargo, nuestro Señor fue bautizado por Juan y derramó Su sangre en la Cruz para salvarnos de todos los pecados del mundo. Por lo tanto, el Señor ha hecho esta obra justa por nosotros y nos ha salvado de nuestros pecados por nuestra fe en la justicia de Dios, el bautismo y la sangre del Señor que ha eliminado nuestros pecados.
Quiero hacerle algunas preguntas. ¿Está libre de pecado en su conciencia? ¿Acaso no era todavía un pecador después de creer en Jesús, como antes de creer? Si esto es cierto, se debe probablemente a que no conocía el Evangelio del agua y el Espíritu. Por tanto, usted cayó en los problemas y distracciones inherentes a la carne porque no posee el Espíritu en su corazón. Por muy fiel que sea, sólo puede escapar de los pensamientos de la carne si vacía su corazón y toma el Evangelio del agua y el Espíritu. Deben deshacerse de sus pensamientos carnales y volver a las Palabras escritas de Dios para entender el hecho de que el Evangelio del agua y el Espíritu es la Verdad.
Hay muchas personas en este mundo que cambian la ley de la salvación que el Señor ha establecido a la manera que ellas quieren, aunque confiesen al Señor con sus labios. Si usted es una de esas personas, el Señor le abandonará en el último día. Espero que esto no le ocurra a nadie. Espero que usted sea una persona que crea que la sangre de Jesús derramada en la Cruz no es lo único que le puede salvar y que se haga preguntas que nazcan del deseo de vivir sin pecado.
Sin embargo, sus pensamientos son pensamientos carnales que “no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden” (Romanos 8, 7). Pablo dice: “Y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios” (Romanos 8, 8). Si de verdad quiere tener la fe que complazca a Dios, debe creer en la obra del Señor, por la que vino al mundo a través de la Virgen María, tomó los pecados del mundo mediante el bautismo en el río Jordán, y así cumplió la justicia de Dios.
¿Quién cree que puede llevar a cabo la obra justa de Dios: una persona justa o un pecador? Un pecador está lleno de pecados porque no ha recibido la remisión de los pecados ante Dios. Por tanto, lo único que le espera a esa persona es el juicio por sus pecados. Dios no puede dejar que los pecadores entren en Su Reino porque “no es un Dios que se complace en la maldad” (Salmos 5, 4). Dios dijo que, si un pecador le pidiese algo, no le escucharía porque “vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios” (Isaías 59, 1-2). Un pecador va al infierno sin duda porque el precio del pecado es la muerte.
Sólo la gente justa que es santa y que no tiene pecados en sus corazones puede hacer obras justas. Además, el Espíritu Santo vive en los corazones de los justos, que no tienen pecados después de creer en el bautismo y la Cruz de Jesús. El Apóstol Pedro dijo el día de Pentecostés: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos de los Apóstoles 2, 38).
Lo que este pasaje está diciendo es que, si quiere tener la fe verdadera y recibir la remisión de los pecados por fe, deben creer tanto en el bautismo de Jesús como en Su muerte en la Cruz. Esta fe permite que “seamos bautizados en el nombre de Jesús”. Es decir, que puede recibir la remisión de los pecados por fe en Su obra justa. Por supuesto, los discípulos de Jesús también dieron testimonio del ritual del bautismo a los nacidos de nuevo, que tenían fe en Su bautismo y en la Cruz. Jesús ordenó a Sus discípulos que bautizasen a todo el mundo en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo (Mateo 28, 19).
Además, el Apóstol Pablo dijo: “Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él” (Romanos 8, 9). Dios nos da el Espíritu Santo a los justos para sellarlos como Hijos Suyos. El Espíritu Santo no puede vivir dentro de los que tienen pecados. Al Espíritu Santo no le gusta el pecado, sino que prefiere la santidad (estar separado del pecado). El Espíritu guía a los justos por el camino de la justicia y les hace seguir la voluntad del Padre. Entonces, ¿cuál es la voluntad del Padre? Propagar el Evangelio del agua y el Espíritu a toda nación y bautizar a todo el mundo según el encargo de Dios.
La carne de los justos y de los pecadores comete pecados hasta que muere. Sin embargo, el Señor ha hecho la obra justa de eliminar todos los pecados que la gente comete con la carne y el corazón mediante Su bautismo y sangre. Esta es la justicia de Dios que Jesús ha cumplido. Por lo tanto, está escrito en la Biblia: “Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá” (Romanos 1, 17). Una persona que ha recibido la remisión de los pecados por creer en la justicia de Dios vencerá a “la ley del pecado y la muerte” y sigue Su justicia. Esto es posible a través del Espíritu Santo, que viene al creyente y que vive en los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Todos los pecados del pasado, presente y futuro de una persona justa fueron pasados a Jesús cuando fue bautizado por Juan el Bautista. La carne de los justos ha muerto con Jesús. Cuando una persona cree en esto, se une a Jesús y toma parte de Su muerte. Este es el juicio por sus pecados (capítulo 6 de Romanos).
Por tanto, aunque la carne de una persona justa cometa pecados continuamente durante toda su vida, el Espíritu Santo, que vive en su corazón, le guía. Una persona justa sigue al Espíritu Santo y hace la obra de Dios porque el Espíritu Santo vive en ella.
Incluso cuando vivían los Apóstoles, mucha gente culpaba a los nacidos de nuevo porque se preocupaban por las vidas de los nacidos de nuevo, que estaban guiados por el Espíritu Santo. Sin embargo, el Apóstol Pablo les dijo a estas personas: “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?” (Romanos 6, 1-2). Y añadió: “Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado” (Romanos 7, 25).
En conclusión, la carne de los justos es insuficiente y no puede dejar de pecar, pero aún así siguen al Espíritu Santo, y predican el Evangelio al mundo entero. Los justos caminan en el Espíritu porque sus corazones descansan con la gracia. “¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera. ¿No sabéis que, si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?” (Romanos 6, 15-16).
Del mismo modo en que las flores de verdad son muy distintas a las artificiales, el dueño del corazón de un justo es diferente al de un pecador. Como el dueño del corazón del justo es el Espíritu Santo, la persona puede caminar en el Espíritu y seguir la verdad de la justicia que complace a Dios. Por el contrario, el pecador tiene que seguir al pecado porque su dueño es el pecado. Un pecador no puede llevar una vida santa porque no posee el Espíritu por culpa de sus iniquidades.
Asumir que los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu no pueden vivir vidas santas es una falacia que sale de los pensamientos de la carne. Dios les avisa: “Pero éstos blasfeman de cuantas cosas no conocen; y en las que por naturaleza conocen, se corrompen como animales irracionales” (Judas 1, 10). Muchas personas hoy en día no entienden las vidas de los justos, aunque reconozcan el Evangelio del agua y el Espíritu como el verdadero Evangelio, porque no lo conocen del todo y no lo han recibido en sus corazones.
¿Qué piensa de las obras justas de los santos nacidos de nuevo? Ellos han ofrecido cosas muy valiosas, incluso se han sacrificado a sí mismos por el bien de la predicación del Evangelio por todo el mundo. Según nuestros propios pensamientos, ¿por qué creen que los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu cometerían pecados con el pretexto del Evangelio?
Los justos hacen buenas obras por fe con la luz de la verdad y la justicia de Dios. Los que practican la justicia de Dios han nacido de Dios. Esperamos que todos los pecadores vuelvan al Evangelio que dice que Jesús ha eliminado todos los pecados con Su bautismo y Su sangre.
Sí, nuestro mayor deseo es que usted reciba la remisión de los pecados por creer en el Evangelio del agua y el Espíritu de corazón y que espere al Señor hasta el último día sin pecado.