(Efesios 1, 1-6)
«Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, a los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Efeso: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado».
Las Navidades están a la vuelta de la esquina, y algunos de ustedes se preguntarán por qué estoy predicando sobra la epístola de Efesios en vez de hablar de la Navidad. Mañana es Nochebuena y pasado mañana es Navidad, así que esos dos días serán suficientes para hablar del nacimiento de Cristo. Pero aún así me gustaría que reflexionásemos sobre el significado de la Navidad y la voluntad de Dios en Efesios 1, 1-6.
Solía enviarles tarjetas de Navidad y regalos, pero ahora no tengo ni tiempo para hacerlo. Además de no tener tiempo, tampoco ando muy bien de salud, y por eso he estado demasiado preocupado. Así que les pido que me comprendan, y espero que, aunque no hayamos podido intercambiar regalos esta Navidad, podamos celebrar el nacimiento del Señor juntos con gozo.
A través del pasaje de las Escrituras de hoy, me gustaría que examinásemos el significado real de la Navidad y lo que nos ha traído. Está escrito en el pasaje que hemos leído juntos: «Nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad» (Efesios 1, 4-5). La Navidad consiste en apreciar la gracia de Jesús y darle gracias por ella. No debemos corromper este día de Navidad y convertirlo en un día dedicado a los placeres mundanos como hacen los paganos. Así que hoy me gustaría examinar el significado real del nacimiento de Cristo en la Palabra de Dios.
El verdadero significado del nacimiento de Cristo en este mundo se encuentra en el hecho de que el Señor nos ha convertido en hijos de Dios y nos ha bendecido para vivir en el Reino de los Cielos al salvarnos de todos nuestros pecados. Sería un gran error no apreciar el amor de Dios aunque celebren el nacimiento de Cristo. La mayoría de la gente reconoce el amor de Dios en el nacimiento de Cristo. Hace poco vi un culto por la televisión, en un canal cristiano, y vi que los asistentes estaban llenos de emoción y daban gracias a Dios con lágrimas en los ojos. Sin embargo, creo que esta expresión emotiva no es lo que Dios quiere, y es mucho más adecuado conocer la justicia de Dios que nos ha llegado mediante el Evangelio del agua y el Espíritu, creer en él y ser salvados con gratitud.
Cada uno de nosotros tiene sus gustos. Algunas personas sienten debilidad por el sexo opuesto, otras por el dinero, por los animales, las joyas, la ropa, etc. Todo el mundo tiene preferencias. De entre estas preferencias las joyas y la ropa son cosas sin vida, y por eso dependen de los gustos individuales.
Pero hay muchas personas a las que les gustan las cosas vivas. El actor que hizo de Tarzán en la película del mismo título vivía con animales como leones y tigres. ¿Por qué vivía así? Este hombre casi se ahogó durante el rodaje de la película Tarzán. Se quemó y cayó en un río mientras rodaba una escena peligrosa, y entonces un león se metió en el río y le salvó. Después empezó a vivir con estos animales, y desde entonces pudo comunicarse con ellos. Les cogió mucho cariño en la vida real y no solo en la película. Como ese león le salvó de ahogarse, vivió con estos animales durante toda su vida y se encargó de ellos a pesar de que era bastante caro.
A algunas personas les gustan los perros. Cierto hombre amaba a su perro, y un día un ladrón entró en su casa. Cuando el ladrón estaba a punto de clavarle un cuchillo al dueño, el perro saltó sobre el ladrón para proteger a su dueño y recibió una cuchillada. Tanto en la televisión como en los libros aparecen este tipo de historias. Algunos animales son leales a sus dueños y muchas personas aman a sus mascotas. Algunas personas adoptan perros abandonados y enfermos y cuidan de ellos. Estos perros aprecian el amor de sus nuevos dueños, y por eso les siguen y obedecen.
Una vez vi un perro en la televisión que tenía una herida en el pecho y tenía una especie de tumor, y como consecuencia de esta enfermedad casi ni podía comer solo. Así que el dueño intentaba alimentar al perro con la boca, pero el perro se le quedaba mirando y no comía. Así que el dueño tuvo compasión por el perro y lo llevó al veterinario para operarlo.
¿Cómo nos amó y salvó Jesucristo? ¿Acaso el Señor no se sacrificó a Sí mismo y nos bendijo para que entrásemos en el Reino del Cielo? ¿Cómo nos amó para hacernos hijos de Dios? ¿Acaso no quiso darnos las bendiciones espirituales en los lugares celestiales y salvarnos? ¿Qué hizo para librarnos de la destrucción y del infierno?
Jesucristo, nuestro Salvador, se sacrificó a Sí mismo para salvarnos de nuestros pecados. Y todo esto se debe a que nuestro Señor nos amó tanto que se sacrificó para salvarnos, del mismo modo en que otras personas aman tanto a sus mascotas que están dispuestas a hacer cualquier cosa para curarlas cuando se ponen enfermas. En otras palabras, Dios, nuestro Creador nos amó a Sus criaturas tanto que, cuando estábamos destinados a morir, Dios vino al mundo encarnado en un hombre y nos salvó personalmente al ser bautizado y derramó Su sangre por nosotros. Por lo tanto, todos debemos recordar el sacrificio y el amor del Señor en Navidad.
Los no cristianos en este mundo adorar a varios dioses porque creen que hay muchas divinidades. Algunas personas adoran prácticamente a todo como si fuera un dios, desde demonios, hasta dioses creados por el hombre, árboles, rocas, montañas, ríos, el Sol, criaturas imaginarias como los dragones, etc. Pero solo hay un verdadero Dios que creó todo el universo y lo que hay en él, y este Dios nos ha salvado de todos nuestros pecados y de la destrucción al sacrificarse por nosotros. A través del Evangelio del agua y el Espíritu, el Señor nos ha salvado a Sus criaturas para siempre.
Si piensan en esta salvación en términos carnales, acabarán olvidándola. Pero no podemos olvidar el amor de salvación del Señor, ya que amó a Sus criaturas de tal manera que se sacrificó para salvarnos. ¿Qué beneficios espirituales hemos recibido al creer en este sacrificio del Señor? Como el Señor se sacrificó a Sí mismo en este mundo por Su amor por nosotros, todos los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu hemos sido salvados de todos nuestros pecados. Algunas personas hacen todo lo posible por salvar a sus mascotas cuando están enfermas, cueste lo que cueste. De la misma manera, Dios Padre amó a Sus criaturas tanto que, cuando fuimos por el mal camino, nuestro Creador envió a Su único Hijo al mundo y nos salvó mediante el sacrificio de Su Hijo.
¡Qué grande era el amor de Jesucristo cuando se sacrificó por nuestra salvación!
Cuando el dueño de una mascota lleva a su perro al veterinario y gasta todo lo necesario para curarlo, el dueño demuestra mediante sus acciones lo mucho que ama a su perro. Desde la perspectiva de este perro, podemos decir que ha encontrado gran misericordia por parte de su dueño. Pero hay un límite en lo que el dueño puede hacer por el perro. Un dueño que ame a su perro puede gastar todos sus ahorros y hacer todo lo posible por cuidar a su perro, pero ningún dueño puede sacrificar su dignidad humana para salvar a una mascota. Por el contrario, el Señor Jesús nos amó tanto que se convirtió en un hombre para salvarnos de todos nuestros pecados. Dicho de otra manera, abandonó Su estado de gloria en el Cielo voluntariamente por nuestra salvación. Así, ser amado por un ser humano es maravilloso, pero ¿acaso no nos parece trivial a los que tenemos el amor de Dios? El amor de Dios es maravilloso. De hecho no tiene límites. Nosotros nos hemos revestido del amor infinito de Dios a través de nuestra fe. Dios nos ha salvado de la destrucción al convertirse en un hombre y sacrificarse por nosotros. ¿Cómo puede nadie decir que este amor es pequeño? Dios nos salvó de todos nuestros pecados porque nos amó tanto.
Si miramos este amor y esta salvación espiritualmente, veremos grandes cambios en nuestras vidas. Pero si pensamos en el amor de Dios en términos carnales, no veremos ningún cambio importante. ¿Qué ha hecho Dios a nuestras almas? ¿Qué les ha pasado a nuestras almas ahora que tenemos el amor de Dios? Todos nosotros teníamos que morir por nuestros pecados, pero ¿qué pasó? Gracias a que Jesucristo se sacrificó a Sí mismo por nosotros en este mundo, nosotros pudimos ser salvados de los pecados del mundo y recibir la vida eterna. Nuestras almas, que habían muerto por los pecados, pudieron volver a la vida gracias al sacrificio del Señor.
¿Qué maravillosa bendición es este amor de Dios? ¿Acaso no íbamos a morir por los pecados de nuestros corazones? ¿Acaso no estábamos sufriendo por estos pecados? ¿Nos juzgábamos y condenábamos a nosotros mismos porque nos odiábamos? ¿Acaso no éramos todos esclavos de Satanás y de la muerte por nuestros pecados y estábamos destinados a vivir malditos y morir? Pero, a pesar de esto, el Hijo de Dios Padre vino al mundo y cumplió Su obra de salvación al sacrificarse a Sí mismo para librarnos de todos los pecados del mundo. Por su amor por nosotros, el Señor ha borrado todos nuestros pecados de nuestros corazones y nos ha dado una vida nueva Y eterna. Este es el verdadero significado de la Navidad.
Si celebrásemos la Navidad sin entender su significado, pensando solo vagamente que todo el mundo debe regocijarse porque el Salvador nació en este mundo, acabaríamos empañando el verdadero significado de la Navidad. Si dejamos que el significado de la Navidad se pierda, nuestros corazones no tendrán gozo. ¿Cómo seríamos diferentes de los que no creen en el Señor? Aunque estemos más ocupados que los no creyentes y pasemos por más dificultades que ellos, no seríamos mejores que ellos.
Pero lo que nos hace mejores que los que no creen en la justicia del Señor es que hemos sido salvados de nuestros pecados gracias al amor de Dios, y por tanto participaremos en la primera resurrección del Señor y entraremos en Su Reino. Hemos sido librados de estos pecados del mundo, pero también de nuestra destrucción y nuestra condena. Aunque teníamos una enfermedad mortal por culpa de nuestros pecados, ahora el amor de Dios nos ha curado. ¡Qué maravillosa bendición! Así que esta Navidad no debemos olvidar que tenemos el amor de Dios.
Aunque no encontremos nada de valor en nosotros mismos, hemos encontrado el amor de Dios gracias a la justicia de nuestro Señor, y por tanto podemos valorarnos. Dicho de otra manera, como tenemos la gracia de Dios, cuando nos miramos, vemos que somos valiosos para Dios y podemos estar orgullosos de esta nueva situación. Aunque no seamos ricos en este mundo, estamos benditos espiritualmente porque somos hijos de Dios. Por eso nuestra existencia tiene valor y es honorable. Por eso le damos gracias al Señor en estas Navidades.
Ahora examinemos el amor de Dios de más cerca en Efesios 1, 1-6. El Apóstol Pablo dijo lo siguiente para explicar el amor de Dios tal y como está escrito en el Evangelio: «Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo» (Efesios 1, 2). Entonces Pablo siguió explicando el amor de Dios con más detalle en los versículos 3-6.
¿A quién dice la Biblia que Dios ha entregado las bendiciones espirituales del Cielo?
En Efesios 1, 3, el Señor nos está explicando a quién le ha entregado las bendiciones espirituales en los lugares celestiales, diciendo: «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo». Está escrito claramente que el Padre de Jesucristo nos ha dado todas las bendiciones espirituales en los lugares celestiales en Su Hijo Cristo. ¿A través de quién dice la Biblia que Dios Padre nos ha dado las bendiciones celestiales? Dice que Dios Padre nos ha dado todas las bendiciones celestiales a través de Su Hijo. Pablo escribió aquí que el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo nos ha bendecido, y esto significa que Dios Padre nos ha salvado a través de Su Hijo. Dios nos ha salvado de esta manera. En otras palabras, Dios Padre ha borrado todos los pecados de nuestros corazones y nos ha hecho almas sin pecados al enviar a Su Hijo Jesucristo al mundo encarnado en un hombre, hacer que aceptase todos los pecados del mundo mediante el bautismo de Juan el Bautista, y sacrificarle en nuestro lugar por Su amor. Como Dios nos ama tanto, nos ha adoptado como hijos Suyos a todos los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Así es como hemos recibido todas las bendiciones espirituales en los lugares celestiales. Dios ha salvado nuestras almas de todos los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista por nosotros, morir en la Cruz y levantarse de entre los muertos. Por tanto, como el Señor nos ha salvado de todos nuestros pecados por Su amor y sacrificio, nos hemos convertido en hijos de Dios y hemos recibido todas las bendiciones espirituales en los lugares celestiales al creer en esta salvación.
Aunque Jesús vino al mundo como nuestro Salvador y borró todos los pecados de nuestros corazones al sacrificarse por nosotros, muchas personas no creen en esto. Estas personas no conocen el significado correcto de la Navidad. Estas personas no están preparadas para celebrar el verdadero significado del nacimiento de Cristo, que consiste en el sacrificio que el Señor ha hecho por nosotros.
Dios Padre nos ha salvado en Jesucristo. Nos ha salvado de todos los pecados de nuestros corazones y almas a través de la justicia de Cristo. Como he mencionado anteriormente, no es la carne la que se transforma físicamente, sino que son nuestros corazones los que han sido salvados de nuestros corazones y nuestra condena. Sus corazones y los míos han sido limpiados y transformados completamente. Dios ha transformado nuestros corazones completamente en y a través de Jesucristo.
Jesús, el Hijo de Dios Padre, nació en este mundo a través de la Virgen María tal y como lo prometió, y es nuestro Rey. Es el Rey de reyes. Este Rey ha salvado a Su pueblo al sacrificar Su cuerpo por él. Jesús, nuestro Rey, nos ha salvado al ser bautizado para cargar con nuestros pecados en Su cuerpo, entregando Su cuerpo en la Cruz, y sacrificándose al derramar Su sangre hasta morir. Este es el sacrificio poderoso de Dios. Este es el sacrificio de Dios Todopoderoso. A través de este maravilloso sacrificio Dios nos ha salvado por Su amor.
El Apóstol Pablo dijo aquí que Dios Padre nos ha salvado en Cristo, en vez de decir en Jesús. Es muy importante entender por qué dijo esto. Cuando leemos la Biblia atentamente, nos damos cuenta enseguida de que el Evangelio del agua y el Espíritu es la Verdad de salvación. Antes de nacer de nuevo, cuando solía creer solamente en la sangre derramada en la Cruz, no entendía demasiado la voluntad de Dios Padre aunque leyera este pasaje en Efesios. Era imposible comprender por qué Dios Padre dijo que nos ha bendecido con todas las bendiciones espirituales en los lugares celestiales en Cristo, en vez de decir en Jesús. ASí que pensé que se podía estar en Cristo si se cree en Jesús. Sin embargo, el que Dios Padre nos haya bendecido en Cristo significa que, para borrar los pecados de nuestros corazones y almas, Jesucristo, el Hijo de Dios Padre, vino al mundo encarnado en un hombre, cargó con nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista, fue crucificado en nuestro lugar, se levantó de entre los muertos, y así se ha convertido en nuestro Salvador. Por tanto, en Cristo todo ser humano puede recibir las bendiciones espirituales en los lugares celestiales. Solo en Jesucristo podemos ser bendecidos por fe.
Podemos recibir todas las bendiciones espirituales en los lugares celestiales solo si sabemos concretamente cómo Cristo, Dios mismo, fue sacrificado por nosotros, los pecadores
Exactamente ¿cómo ha salvado Dios a Sus creyentes? Nos ha salvado al venir al mundo encarnado en un hombre, cargar con nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista, el representante de toda la humanidad, y entregar Su cuerpo hasta morir en la Cruz. Este es el amor que Dios nos ha dado a todos. Por eso alabamos al Señor, y por eso estamos tan agradecidos y gozosos.
Ninguno de nosotros debería considerar el nacimiento de Jesucristo como una noción hipotética o celebrarlo sin entender su significado verdadero. En realidad debemos dar gracias a Dios de todo corazón, con toda nuestra mente y con toda nuestra alma por Su amor y sacrificio para salvarnos en Cristo. Solo porque Jesús se sacrificó por nosotros ahora no tenemos pecados en nuestros corazones. Pero nadie puede estar sin pecado por creer en cualquier evangelio. Todos sabemos que nuestros corazones no tienen pecados, pero también sabemos que esto solo es posible para los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu del Señor. Si una persona dice que no tiene pecados en su corazón, si no cree en el amor de Dios, todos sus pecados siguen intactos en su corazón. Por el contrario, nosotros creemos en Jesús y Su Evangelio del agua y el Espíritu, y por tanto no tenemos pecados en nuestros corazones aunque no hayamos visto ningún cambio físico que lo indique.
Podemos pensar que es normal que nuestros corazones no tengan pecados, pero no debemos darlo por hecho. En realidad debemos recordar que el Señor fue bautizado por Juan el Bautista para cargar con todos nuestros pecados y que pagó el precio de esos pecados con Su propia sangre para que no tuviésemos pecados en nuestros corazones. El Hijo de Dios nos ha salvado sacrificándose de esta manera. Ha borrado todos los pecados de nuestros corazones. ¿Cómo no estar alegres por esto? ¿Cómo no estimar este amor maravilloso?
Nuestros corazones no están sin pecados solo porque creemos en Jesús de cualquier manera. En realidad es gracias a Jesucristo, quien se sacrificó por nosotros como está revelado en el Evangelio del agua y el Espíritu, que podemos estar sin pecados al creer en esta Verdad. No deberíamos pensar en esta gracia como una mera doctrina cristiana, sino que deberíamos celebrar el nacimiento de Cristo por fe.
Nuestro Señor dijo durante la Última Cena: «Tomad y comed este pan, porque este es Mi cuerpo. Tomad y bebed de este cáliz, porque esta es Mi sangre. Haced esto en conmemoración mía hasta que regrese». El Señor nos estaba diciendo que creyésemos y recordásemos que vino al mundo y nos salvó a través de Su agua y Su sangre. Nos estaba pidiendo que grabásemos esta gracia de salvación en nuestros corazones y no la olvidásemos. Por eso no debemos olvidar que nuestros corazones no tienen pecados gracias al amor del Señor y el sacrificio que hizo por nosotros.
No deben tomarse el amor de Dios a la ligera. No deben pensar que están sin pecados solo porque crean en el Evangelio del agua y el Espíritu. Deben darse cuenta de que el Señor se sacrificó por nosotros y que ahora tenemos el amor de Dios Todopoderoso. Así que les pido que recuerden el Evangelio del agua y el Espíritu siempre. Les pido que alaben al Señor hasta el día en que regrese. Esto es lo correcto.
Deben saber cómo estar agradecidos por lo que deberían estar agradecidos. Los que hacen esto conocen la gracia de Dios. Incluso en este mundo secular, la lealtad es recompensada. Los súbditos leales que sacrificaron sus vidas por sus reyes hace mucho tiempo son recordados por todas las generaciones. Así que, dado que nuestro Señor ha borrado los pecados de nuestras almas y corazones al sacrificarse, ¿cómo no recordarlo? ¿Cómo olvidar esta salvación fácilmente sin recordarlo o darle gracias al Señor? La gracia de Dios debe ser apreciada en nuestros corazones para siempre. Debemos celebrar la Navidad con esta disposición.
Como nuestras almas y nuestros corazones no tienen pecados, iremos al Reino de los Cielos y viviremos allí. Todos nosotros entraremos en el Reino de los Cielos y viviremos allí para siempre. Mientras vivimos en este mundo, estamos sirviendo al Señor de la justicia, pero un día, cuando vuelva el Señor o vayamos ante Su presencia, entraremos en el Reino de los Cielos y viviremos allí para siempre. Del mismo modo en que Dios dijo en el pasaje de las Escrituras que nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, todos los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu seremos bendecidos para entrar y vivir en el Reino de los Cielos. Nos espera una vida gloriosa en el Reino de los Cielos y esta es nuestra bendición.
Si nuestras vidas en este mundo fuesen todo lo que tenemos, no podríamos llamarnos pueblo bendito de Dios. Pero Dios se sacrificó a Sí mismo para permitirnos entrar y vivir en el Reino de los Cielos. Para borrar todos nuestros pecados, el Hijo de Dios cargó con ellos a través de Su bautismo y se sacrificó a Sí mismo en la Cruz para pagar el precio del pecado. Por lo tanto el Señor nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales. Por eso todos debemos dar gracias al Señor al poner nuestra fe en la justicia de Dios.
Cuando leemos Efesios 1, 4-5, vemos que el Apóstol Pablo nos explica que Dios diseñó y cumplió un plan concreto para hacernos hijos Suyos y bendecidnos para entrar en el Reino de los Cielos. Pasemos a estos versículos: «Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad» (Efesios 1, 4-5). Como la Biblia dice aquí, Dios Padre nos escogió en Cristo antes de la fundación del mundo. Todos los seres humanos fueron creados en la imagen y semejanza de Dios Padre, y está escrito claramente que el Padre planeó convertirlos en Sus propios hijos y bendecirlos para vivir en el Reino de los Cielos.
¿Qué significa exactamente que Dios nos escogiese en Cristo incluso antes de la fundación del mundo? ¿Qué nos está intentando enseñar la Biblia aquí? Esto significa que Dios nos ha salvado a través del sacrificio de expiación de Jesucristo. Incluso antes de crear el universo, e incluso antes de crearnos, Dios Padre había planeado en Cristo hacernos hijos e hijas Suyos. A través del sacrificio de Su Hijo, Dios ha cumplido este plan al borrar los pecados de los corazones de los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Como Jesucristo, nuestro Dios, se sacrificó para salvarnos, hemos alcanzado nuestra salvación y nos hemos convertido en hijos de Dios. Solo porque el Hijo de Dios se sacrificó, ahora podemos ser salvados de todos nuestros pecados. Por eso Dios dijo en el pasaje de las Escrituras de hoy que nos escogió en Cristo.
El que Dios nos escogiese no significa que eligiese arbitrariamente a algunas personas y a otras no, como afirman algunos teólogos; lo que significa es que Dios nos escogió en Cristo. Todos los seres humanos se quedan cortos de la gloria de Dios, porque han pecados. Sin embargo, cuando Dios Padre nos creó, ya sabía que cometeríamos pecados por nuestras debilidades, y por tanto hizo Su obra de salvación para que todos los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, que manifiesta la justicia de Dios cumplida por el sacrificio y el amor de Su Hijo, pudiéramos convertirnos en hijos Suyos. Por eso todos los que creemos en el amor de Cristo, Su sacrificio justo y Su Evangelio del agua y el Espíritu, hemos sido elegidos por Dios, mientras que los que no creen no han sido escogidos. Esta gente que no cree será condenada por el Señor por sus pecados.
Dios Padre tenía este plan para nosotros incluso antes de la creación de este universo. Como sabía que los seres humanos caerían en el pecado por sus debilidades, Dios envió a Su Hijo al mundo para aceptar todos sus pecados a través de Su bautismo, y se sacrificó por ellos al ser crucificado para que todos los que creen en la obra justa de este Hijo estén libres de pecado y puedan ser hijos de Dios sin falta. Este era el plan de Dios para nosotros.
Todos debemos darnos cuenta de que nuestra salvación se cumplió según el plan de Dios
Entre los cristianos actuales, los presbiterianos suelen afirmar que quien cree en sus doctrinas ha sido escogido, mientras que el resto del mundo no lo ha sido. Pero esto no tiene sentido. Esta doctrina no tiene ningún fundamento. El nombre de esta doctrina es la elección incondicional.
Lo que es más importante que cualquier otra doctrina es lo que la Biblia nos está diciendo. La Biblia no fue escrita según el conocimiento humano. El Apóstol Pablo dijo en el pasaje de las Escrituras que él, un apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, estaba escribiendo su epístola a los santos en Éfeso que eran fieles en Cristo. El Apóstol Pablo fue salvado de sus pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, que constituye la justicia de Cristo. Él tenía el Espíritu Santo en su corazón. Esto significa que era el Espíritu Santo dentro del corazón del Apóstol Pablo, quien le inspiró a escribir a los santos en la Iglesia de Éfeso.
Si dependiera de nosotros, la mayoría habría escrito que Dios Padre nos salvó en Jesús antes de la fundación del mundo, pero esto no es lo que el Apóstol Pablo escribió. ¿Qué escribió entonces? Escribió: «Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él en amor» (Efesios 1, 4). Pablo dijo claramente aquí que Dios nos salvó «en Él antes de la fundación del mundo».
El significado bíblico de la palabra Cristo es el Ungido (Daniel 9, 24-26), y en las Escrituras, había tres tipos de personas ungidas: los reyes, los sacerdotes y los profetas. Por tanto, el nombre Cristo significa que Jesús vino al mundo encarnado en un hombre para salvar a todos los seres humanos de sus pecados como Rey de reyes y Creador de toda la humanidad. También significa que Jesús cumplió Su función como Sumo Sacerdote al ser bautizado por Juan el Bautista para cargar con todos los pecados de la raza humana y morir en la Cruz para pagar el precio de estos pecados, para que pudiésemos ser salvados perfectamente. Al desempeñar la función del Sumo Sacerdote, Jesús aceptó todos los pecados del pueblo de Dios en este mundo en Su cuerpo al ser bautizado por Juan el Bautista; entonces pagó el precio de todos estos pecados al morir en la Cruz; y así ha cumplido su función de sacerdote para salvar a todos Sus creyentes de sus pecados. Además, nuestro Señor nos ha hecho conocer esta Verdad a través de la Palabra de Dios. Así Jesús ofreció Su cuerpo a Dios Padre para borrar nuestros pecados.
Por eso el Apóstol Pablo hace hincapié constantemente en Efesios 1, en que hemos sido salvados en Cristo. Por tanto, quien se de cuenta de esta Verdad y crea en ella, será salvado de sus pecados, porque la Biblia es la Palabra de Dios escrita por la inspiración del Espíritu Santo. Todos los que han recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu se han dado cuenta de esta Verdad gracias al Espíritu Santo que reside en sus corazones.
Incluso antes de que entendiera el Evangelio del agua y el Espíritu, intenté explicar la epístola a los Efesios en mis sermones. Pero no sabía lo que quería decir la Biblia con que Dios me había salvado en Cristo. Solo después de entender el Evangelio del agua y el Espíritu pude comprender que Dios me había salvado en Cristo. Dios Padre nos escogió en Cristo, nos amó y nos dejó sin pecados, y nos sentará en el Reino de los Cielos en Cristo. Nos ha adoptado como hijos Suyos a todos los que creemos en la salvación que nos ha llegado a través de Cristo. A través del sacrificio que el Hijo de Dios hizo en el mundo al ser bautizado por Juan el Bautista para aceptar todos los pecados del mundo y derramar Su sangre en la Cruz, Dios Padre nos ha salvado a todos los que creemos en Cristo. Para salvar a Su pueblo de los pecados, Dios, el Creador, se convirtió en un Hombre durante un tiempo y se sacrificó para redimirnos. A través de Su bautismo, el Hijo de Dios aceptó todos los pecados de la raza humana en Su cuerpo. Entonces cumplió la condena de todos estos pecados al ser crucificado y derramar toda la sangre de Su corazón en la Cruz. Así el Señor pagó el precio de nuestros pecados al sacrificarse por nosotros. Y así nos ha liberado a través de Su sacrificio y amor. Ha borrado todos los pecados de los que ahora creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. El Señor ha erradicado nuestros pecados.
Esta obra de salvación fue planeada por Dios Padre incluso antes de la fundación del mundo
Incluso antes de crear este mundo y todas sus criaturas, Dios Padre había planeado hacernos hijos Suyos a través del sacrificio y el amor de Su Hijo. Dicho de otra manera, Dios había decidido escoger a quien creyese en la justicia de Cristo. Había escogido adoptarnos como hijos Suyos por creer en el sacrificio justo del Hijo de Dios y Su amor.
Cuando leemos la historia de Jacob y Esaú en el Antiguo Testamento, vemos que Esaú confió en sus propias fuerzas y no escuchó las enseñanzas de sus padres. Por el contrario, Jacob escuchó a su madre obedientemente. ¿Qué le pasó a Jacob? Que recibió todas las bendiciones reservadas al primogénito aunque era el hijo menor. ¿Gracias a quién fue Jacob bendecido de esta manera? Gracias a su madre, porque Jacob confió en las palabras de su madre, y por eso recibió las bendiciones de Dios. Queridos hermanos, aunque es obvio que somos débiles físicamente, también es cierto que nuestros corazones son bastante frágiles. Sin embargo, todavía podemos recibir las bendiciones de Dios si creemos en Su Palabra.
Desde nuestro nacimiento, todos estábamos destinados a ser arrojados al infierno. Nacimos con este destino por nuestros pecados, y por eso Dios nos adoptó a todos los que creemos en Su justicia como hijos Suyos. Esta es la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu.
Muchos cristianos hoy en día tienden a pensar que es fácil y simple creer en Jesús. Por ejemplo, los pastores falsos suelen decir lo siguiente cuando predican a sus congregaciones: «Son pecadores. Es inevitable que sean destruidos. Pero Dios les amó tanto que construyó un puente entre el Cielo y el infierno con la Cruz. Como el Señor fue crucificado hasta morir en este mundo por nuestros pecados, ahora pueden convertirse en hijos de Dios si aceptan a Jesús en sus corazones como su Salvador, sin importar cuántos pecados tengan. ¿Van a recibir a Jesús como su Salvador personal? ¿Admiten ante Dios que son pecadores? Si es así repitan conmigo en oración: «Señor, soy un pecador, pero creo que Tú fuiste crucificado por mí. Creo en Ti. Quiero aceptarte como mi Salvador personal ahora. Por favor, entra en mi corazón ahora. Por favor, entra en mi corazón. Amén». Así es como la mayoría de los cristianos piensan que se han convertido en hijos de Dios.
Pero no es tan fácil convertirse en hijo de Dios, ya que requirió mucho dolor para el Señor el venir al mundo a salvarnos. El que Dios nos haya salvado en Cristo significa que Jesucristo se convirtió en nuestra redención para librarnos de todos los pecado del mundo. El Señor caminó en este mundo como Cordero de sacrificio durante 33 años para borrar nuestros pecados. Concebido en el cuerpo de la Virgen María, el Señor tuvo que venir al mundo encarnado en el cuerpo de un hombre para poder cumplir Su función de Sumo Sacerdote celestial. Su vida en la tierra estuvo llena de sufrimiento desde que nació, ya que no solo nación en un humilde establo, sino que también tuvo que huir de las ansias de sangre del rey Herodes. Justo después de nacer, Jesús recibió la visita de los Tres Reyes Magos de Oriente que llegaron a adorarle, pero esta tranquilidad no duró mucho, ya que tuvo que escapar a Egipto para que el Rey Herodes no le matase.
Al cabo de unos días, Jesús fue a vivir a Nazaret, y allí trabajó de carpintero con Su padre José. Entonces empezó Su vida pública a los 30 años. Lo primero que hizo fue ir al río Jordán donde aceptó todos los pecados de la raza humana al ser bautizado por Juan el Bautista. Después de aceptar todos los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista, el Señor fue crucificado. Después de cumplir el castigo de todos nuestros pecados con Su crucifixión, se levantó de entre los muertos al tercer día después de ser enterrado. Así es como Jesús se ha convertido en el Salvador de todos los que creen en esta Verdad. Y ahora todos los seres humanos del mundo se han convertido en hijos de Dios al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.
¿Cuánto sacrificio hizo el Señor en este mundo para salvarnos de todos nuestros pecados?
Dios Padre planeó nuestra salvación en Cristo de antemano. Para cumplir este plan, Jesús nació en este mundo encarnado en un hombre, cargó con todos los pecados de la raza humana al ser bautizado por Juan el Bautista, y murió en la Cruz. Todas estas cosas que Cristo hizo por nosotros, desde Su encarnación hasta cargar con nuestros pecados y Su crucifixión, fueron sacrificios que el Señor hizo por nosotros.
El hecho de que este Jesús santo aceptase todos los pecados del mundo en Su cuerpo a través de Su bautismo es un sacrificio, así como el hecho de que los soldados romanos le escupiesen, le desnudasen, se burlasen de él y le flagelasen cuarenta veces menos una hasta que Su cuerpo estuvo cubierto de sangre. Además le pusieron una corona de espinas en la cabeza con una caña, que hizo que la cara de Jesús estuviese cubierta de sangre. Después de esto Jesús fue crucificado con las manos y los pies clavados a la Cruz. Y cuando tomó su último suspiro dijo: «Está acabado» (Juan 19, 30). Así, al sacrificarse el Señor nos ha salvado de los pecados a través del agua y el Espíritu. Asimismo Jesús se levantó de entre los muertos a los tres días después de haber sido enterrado, tal y como lo había prometido. En resumen, Dios nos ha salvado al sacrificarse por nosotros.
Creo en este sacrificio de todo corazón. Creo que Jesucristo ha borrado todos nuestros pecados con Su bautismo y Su crucifixión. ¿Y ustedes? ¿También creen en este sacrificio del Señor? Los que creemos en esta Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu somos los elegidos por Dios. Él nos ha escogido para ser hijos Suyos. Así que les pido que crean en esto. Crean en la justicia de Dios y no hagan que Su obra de salvación sea en vano. Dado que el Señor nos ha salvado al sacrificarse por ustedes así, serían muy ingratos si se negasen a creer en el Señor e hiciesen que Su obra de salvación fuese en vano.
Incluso cuando se trata de normas seculares, cualquier hijo que ignore a sus padres y los sacrificios que han hecho por él, se considera un hijo desagradecido. El que un hijo rechace el amor de sus padres carnales es el peor acto de traición que cualquier hijo puede cometer. Del mismo modo, si rechazamos el amor del Señor, aunque seamos Sus criaturas, estaremos cometiendo el peor de los pecados. No deberíamos dejar que esto ocurra, sino que debemos aceptar el sacrificio y el amor de Jesucristo por fe, dando gracias a Dios y alabándole. Debemos aceptar el amor de Jesucristo así y entrar en el Reino de los Cielos para disfrutar de la gloria eterna con Cristo.
Así es como Dios Padre nos ha demostrado Su amor a través del sacrificio de Su amor, y este es el mayor amor de todos. ¡Qué solemne, misericordioso y perfecto es este amor de Dios! ¿Quién en este mundo se sacrificaría a Sí mismo para salvarnos así? Nuestro Dios Creador, quien ha cumplido la función de Sumo Sacerdote para salvarnos a todos los seres humanos de nuestros pecados. No hay nadie como el Dios Todopoderoso de la Trinidad que nos ama así. Solo Jesucristo nos ha dado este amor y ha cumplido perfectamente Su función como Sumo Sacerdote. Por eso la Biblia dice: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna» (Juan 3, 16). Nosotros hemos recibido la remisión de los pecados a través de nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, y por eso debemos revestirnos del amor inimaginable de Dios.
¿Han intentado revestirse del Evangelio del agua y el Espíritu por fe? 1 Corintios 13 habla del amor con gran detalle y explica sus múltiples dimensiones. ¿Acaso no está escrito que el amor no es maleducado sino amable? ¿Ha sido malo el Señor con nosotros? No, el Señor no es maleducado, sino que es tan amable que vino al mundo personalmente para resolver el problema de nuestros pecados. Y al venir al mundo para resolver este problema de nuestros pecados, se ha ocupado de esto completamente. Cuando no teníamos satisfacción en nuestros corazones, y cuando estábamos cansados de nuestros pecados, el Señor vino a buscarnos con el Evangelio del agua y el Espíritu. Así es como Dios nos amó a todos.
Así que creemos en este amor y damos gracias a Dios. ¿Cómo podemos olvidar este amor de Dios ahora que lo tenemos? ¿Cómo podemos rechazarlo? ¿Cómo no estar agradecidos por él? ¿Cómo no alabar la justicia de Dios con salmos, himnos y canciones?
Un poeta escribió en un himno:
«Si llenásemos el océano de tinta
Si los cielos estuviesen hechos de pergaminos
Y los tallos fueses plumas de escribir
Y todo hombre un escriba
Para escribir sobre el amor de Dios
El océano se quedaría seco
Y el pergamino no podría contenerlo todo
Ni de un lado al otro del cielo».
Mis queridos hermanos, Jesús ha borrado nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista y al aceptar todos nuestros pecados para siempre. Ha entregado Su vida por nosotros en la Cruz para cumplir el castigo por todos estos pecados. Creemos en este sacrificio y este amor, así que, ¿cómo no estar agradecidos al Dios de la Trinidad?
Damos gracias a nuestro Dios. No tenemos suficientes palabras para expresar lo agradecidos que estamos. Por eso precisamente estamos sirviendo al Evangelio del agua y el Espíritu para volver al amor del Señor. Como todos nosotros estamos agradecidos a Dios, podemos servir al Evangelio del agua y el Espíritu de todo corazón. Además, todo el mundo que está salvado al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu entrará en el Reino de Dios con nosotros.
Ahora que hemos recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, es muy importante entender más a fondo el amor del Señor poco a poco. Después de todo, ¿quién sabía que el Señor nos ama tanto? Así que demos gracias a nuestro Dios por Su amor sin límites.